Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy martes 30 de abril de 2024

Día litúrgico: Martes 5 de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a):

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que Yo amo al Padre y obro como Él me ha ordenado.

Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy, Jesús nos habla indirectamente de la cruz: nos dejará la paz, pero al precio de su dolorosa salida de este mundo. Hoy leemos sus palabras dichas antes del sacrificio de la Cruz y que fueron escritas después de su Resurrección. En la Cruz, con su muerte venció a la muerte y al miedo. No nos da la paz «como la da el mundo», sino que lo hace pasando por el dolor y la humillación: así demostró su amor misericordioso al ser humano.

En la vida de los hombres es inevitable el sufrimiento, a partir del día en que el pecado entró en el mundo. Unas veces es dolor físico; otras, moral; en otras ocasiones se trata de un dolor espiritual…, y a todos nos llega la muerte. Pero Dios, en su infinito amor, nos ha dado el remedio para tener paz en medio del dolor: Él ha aceptado “marcharse” de este mundo con una “salida” sufriente y envuelta de serenidad.

¿Por qué lo hizo así? Porque, de este modo, el dolor humano —unido al de Cristo— se convierte en un sacrificio que salva del pecado. «En la Cruz de Cristo, el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido» (San Juan Pablo II). Jesús sufre con serenidad porque complace al Padre celestial con un acto de costosa obediencia, mediante el cual se ofrece voluntariamente por nuestra salvación.

La Paz que nos ofrece Jesús es una paz diferente a la que de ordinario se busca. Es la paz profunda del corazón que hace que el hombre, aun en medio de las más duras pruebas, no se sienta turbado ni con miedo. Es un don que produce en el cristiano la certeza de la presencia de Dios y de la ayuda divina. No es una paz artificial producto del no afrontar nuestras responsabilidades y compromisos, paz que muchas veces es cobardía o evasión. Es una paz que se consigue haciendo la guerra a nuestro egoísmo, a fin de dar espacio al Espíritu para que éste crezca en nosotros y nos pacifique interiormente. Un rostro sereno en medio de una tormenta, de una crisis, es la mejor señal de la presencia de Dios en él.

La humanidad está necesitada de Paz y paga un alto precio por la paz que le ofrece el mundo. Acojamos el don de la Paz que nos da Jesús, para que, como la levadura, se extienda su Paz por toda la tierra, Paz que hace de nuestra vida preámbulo del cielo.

¿Cómo ser portadores de paz en un mundo convulso y lleno de tantos distractores que le impiden hacer silencio, buscar el encuentro con el Espíritu Santo y descubrir a Dios en el mundo? ¿Cómo contribuimos en la construcción de paz en nuestra familia o en la comunidad? ¿Qué acciones de paz podemos realizar hoy para hacer de este mundo un lugar más digno?

Señor Jesús, que nos consuelas y animas con el don de tu paz, concédenos tu Espíritu Santo para que siendo ella uno de sus frutos, la podamos recibir y renovar día a día, siendo constructores de paz y proclamadores valientes de tu presencia en nuestra vida y en la vida del mundo. Amén.

Bendiciones.

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