Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy miércoles 31 de enero de 2024

Día litúrgico: Miércoles 4 del tiempo ordinario

31 de enero: San Juan Bosco, presbítero

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6):

Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?” Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.

Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe.

Palabra del Señor.

Reflexión

San Marcos nos trae hoy la conclusión de la sección de su evangelio, en la que se ha dedicado a presentar a Jesús haciendo prodigios, para provocar la fe de sus discípulos. Después de los cuatro milagros narrados, el Señor deja la ribera del Mar de Galilea y se dirige tierra adentro hacia su aldea de Nazaret; estando allí, según su costumbre fue a la sinagoga el sábado y haciendo uso de su derecho como judío adulto se levantó para hacer la lectura y para luego enseñar.

Los que lo escuchan no pueden creer que Jesús esté enseñando, pues lo conocen desde pequeño; la gente de su pueblo se cierra a toda posibilidad de que Dios pueda actuar en lo simple y ordinario de cada día, como en la palabra de uno de sus vecinos. Entonces se cuestionan y lo cuestionan por su enseñanza, diciendo a modo de burla: pero si es el hijo del carpintero, incluso el uso de “hijo de María”. Para referirse a Jesús podría ser un insulto, ya que normalmente se nombraba a la persona en relación con su padre, es decir, “hijo de José”.

Marcos dice que sus vecinos ven a Jesús como una piedra de tropiezo,motivo de escándalo, por eso le rechazan. Es tan fuerte el rechazo que Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, a causa de su falta de fe. Así termina esta sección con la oposición de sus vecinos, tal como la sección anterior había terminado con el siniestro rechazo de fariseos y herodianos.

La incredulidad ha existido siempre, y también en nuestro tiempo. La fe es, muchas veces, incómoda y exigente. Cuando no interesa el mensaje se desacredita o se persigue y elimina al mensajero. Lo que predicaba Jesús no coincidía con las convicciones de sus contemporáneos. Más bien sacudía los cimientos de todo su sistema religioso. No solo de los escribas y fariseos, sino también, según parece, de sus conciudadanos.

Un profeta siempre resulta molesto. Si lo aceptan, tienen que aceptar lo que predica. Lo mismo pasa ahora. Lo que predican el Papa o los obispos o en general los cristianos, puede no coincidir con lo que gusta a la mayoría, y sobre todo a los dirigentes de la sociedad, que fácilmente encontrarán excusas para rechazarlo. Es más cómodo refugiarse en el agnosticismo o en la indiferencia.

Encontrarnos en un ambiente de increencia nos puede saber mal, pero no debería extrañarnos, y mucho menos desanimarnos. Peor sería que nosotros mismos, “los de su casa”, los que nos llamamos cristianos practicantes y escuchamos su Palabra y celebramos la Eucaristía, fuéramos flojos en nuestra fe, y por la excesiva familiaridad o la rutina no tuviéramos todo el aprecio y el amor que Cristo se merece.

No solo “el mundo”, sino nosotros mismos podemos mostrarnos poco inclinados a hacer mucho caso de los “profetas” que Dios sigue enviando. Esta voz profética nos la hace oír Dios, a veces, por medio de personas importantes o de acontecimientos eclesiales solemnes. Pero otras veces lo hace desde la sencillez de la vida diaria y a través de personas nada importantes, que nos dan ejemplo de fidelidad y de verdadera sabiduría: puede ser Teresa de Calcuta o “la familia de al lado”, que tal vez nos está dando un testimonio de vida clarísimo, si queremos verlo. Pero continuamos tranquilamente nuestro camino, apoyados en mil excusas con las que pretendemos dejar en paz nuestra conciencia.

¿En mi proyecto de vida, confío en la gracia y la acción de Dios más que en mis talentos y capacidades? ¿En qué nivel está mi fe y mi vocación profética? ¿Estoy dispuesto a seguir a Cristo Jesús, a pesar del rechazo que sufre de parte de muchas personas hoy?

Padre misericordioso: dame la luz y la fuerza de tu Espíritu; concédeme crecer en la fe para poder ser como tu Hijo, profeta de un mundo nuevo. Amén.

Bendiciones.

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