Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy lunes 3 de noviembre de 2025

Día litúrgico: Lunes 31 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 14,12-14):

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.

Jesús dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.

Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.

¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”

Palabra del Señor.

Reflexión

En el evangelio de hoy, Jesús nos indica y propone cuál ha de ser la actitud del verdadero discípulo comprometido con el Reino. A diferencia de los fariseos, cumplidores de una ley de preceptos, de la que vivían y se aprovechaban para sus intereses, Jesús centra su discurso en la auténtica Ley, la del “precepto” del Amor, que rompe esquemas y muestra claramente  quién es Dios y el camino del Reino.

El Señor nos enseña el verdadero sentido de la generosidad cristiana: el darse a los demás. «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa» (Lc 14,12).

El cristiano se mueve en el mundo como una persona corriente; pero el fundamento del trato con sus semejantes no puede ser ni la recompensa humana ni la vanagloria; debe buscar ante todo la gloria de Dios, sin pretender otra recompensa que la del Cielo. «Al contrario, cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lc 14,13-14).

Hemos podido leer y reflexionar las distintas parábolas del Reino y todas ellas insisten en la necesidad de salir de sí mismo para buscar al hermano que estaba perdido, al que no cuenta en nuestra sociedad ni en nuestra familia o amigos. La búsqueda y construcción del Reino de Dios ha de hacernos salir de nuestras seguridades y animarnos a entrar en las sendas estrechas por las que Cristo sigue caminando hacia la Cruz. Nadie nos lo va a agradecer quizá. Al revés: nos criticarán y tratarán de descartarnos por ir precisamente en ayuda y defensa de quienes están en nuestros márgenes de corrección y, como dice el evangelio, de retribución.

Lo que nos pide el Señor es totalmente contrario a la lógica y costumbres del mundo. Todos queremos diplomas, monumentos, discursos, loas, aplausos, reconocimientos o cuando menos gratitud.¡Cuántas veces lo reclamamos! El Señor nos invita a dirigir nuestros actos con el propósito de servir a quienes no esperan, ni tienen como correspondernos, ni agradecernos.

Más aún, alegrémonos que así sea, que no nos agradezcan ni correspondan, porque entonces si seremos recompensados en el cielo. Esto es lo que hoy nos enseña el Señor. ¡Esforcémonos por hacer Su Voluntad! Solo así llegaremos a la Vida Eterna.

Este es el estilo de vida que el Señor quiere para nosotros. Cuanto podamos hacer por los más pobres, por los menos favorecidos, le dará más Gloria a Dios que el oro, los monumentos y cuanto homenaje podamos querer hacerle.

Se cuenta que una persona de mucho dinero fue al cielo…los ángeles le tomaron la valija y lo dirigieron hasta su nueva casa. Pasó varias mansiones, y esta persona se decía: ¿cuál será la mía? pasaron la zona de maravillosas casas y llegaron a un lugar donde había casas de madera, muy precario. El ángel le dijo: ¡¡esta es su casa!!,- ¿Cómo? ¿Por qué esta casa? y bueno, mire, esto es lo único que pudimos construir con lo que nos mandaba desde la tierra…

Si en la plenitud gloriosa de su resurrección Cristo recuperó con creces lo que había derrochado sin cálculo ni límite: vida y amor, igualmente el discípulo de Jesús que lo imita en la entrega desinteresada al hermano será recompensado con él “cuando resuciten los justos”.

Cuando participamos en las celebraciones litúrgicas, ¿hacemos por lo menos una oración por las necesidades de las consideradas personas de la calle? ¿Quiénes son las personas invisibles en mi vida?

Padre Santo, danos sensibilidad y entrañas de misericordia, para amar a nuestros hermanos más pobres y sencillos; para acoger a los que no tienen nada y darles todo lo que está a nuestro alcance, sin esperar nada a cambio. Amén.

Bendiciones.

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