Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy lunes 29 de abril de 2024

Día litúrgico: Lunes 5 de Pascua

29 de abril: Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, patrona de Europa

Texto del Evangelio (Jn 15, 1-8):

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que Yo les anuncié. Permanezcan en mí, como Yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. EI que permanece en mi, y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.

Palabra del Señor.

Reflexión

La alegoría de la vid y los sarmientos que nos presenta el evangelio de hoy, es quizás una de las mejores imágenes utilizadas por Jesús para ilustrar el tipo de vínculo entre Él y sus discípulos. En otras palabras, una forma de entender la unión de la Iglesia, cuerpo de Cristo, con quien es su Cabeza. Se trata de una relación vital, de una profunda compenetración de la comunidad cristiana con el Señor, que es quien la preside.

Sin la savia que viene de la vid, las ramas quedan secas y mueren. Por el contrario, si la rama no pone obstáculos para recibir la savia de la vid, estará lozana y producirá fruto. Del mismo modo, unidos a Jesús, nuestra vida no es sólo biológica, sino que es propiamente divina. El Señor nos exhorta a que estemos unidos a él, de quien recibimos la savia, de lo contrario nuestra vida se marchitará.

En nuestro mundo tecnificado, en donde las computadoras y la ciencia moderna nos hacen creer que somos autosuficientes, las palabras del evangelio nos recuerdan una de las verdades que jamás debemos de olvidar: “Sin Jesús, no podemos hacer nada”.

Si no estamos unidos personalmente a Jesús, lo que hacemos con nuestras solas fuerzas es estéril. Puede que sirva para maquillar un poco la realidad en la que nos movemos, pero no para transformarla. ¿No explica esto, en buena medida, muchos de nuestros fracasos evangelizadores? Creemos que las personas y las situaciones van a cambiar en la medida en que nosotros nos esforzamos para que así sea. Pero a menudo olvidamos que sólo Jesús es capaz de producir los cambios.

Todo intento de progreso al margen de Dios siempre termina en retroceso, en esterilidad, en desgaste inútil. Jesús es nuestra fuerza, nuestra creatividad, nuestra sabiduría, nuestro poder. En él todo es posible. Por la acción del Espíritu Santo, circula en nosotros la corriente vital del amor, constructor y vivificador del mundo. En la medida en que nuestra vida se une e identifica más con Jesús, nuestros frutos son los frutos de nuestro tronco, de nuestra vid, y por ello es fácil reconocer quién está unido a esta “Vid”, pues los frutos lo descubren.

San Pablo dice que la paciencia, la tolerancia, la alegría, la profunda paz interior son los frutos del amor de Dios que circula en nosotros. Valdría la pena revisar si los frutos de nuestra vida dan testimonio de nuestra “permanencia” en Cristo.

Lo que mantiene viva una planta, en condición de dar frutos, es la savia que la atraviesa. ¿Cuál es la savia que mantiene viva nuestra comunidad, con la posibilidad de dar frutos? ¿Qué grado de unión mantengo con la cepa principal que es Cristo? ¿Cuáles son los frutos abundantes que el Señor espera de nosotros?

Dios de misericordia, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y tú hiciste vigorosa. Purifícanos a fondo con la poda de tu Espíritu; restáuranos, Señor; que brille tu rostro y nos salve. Amén.

Feliz día del Señor.

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