Día litúrgico: Jueves 32 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 17,20-25):
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegará el Reino de Dios. Él les respondió: “El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: “Está aquí” o “Está allí”. Porque el Reino de Dios está entre ustedes”.
Jesús dijo después a sus discípulos: “Vendrá el tiempo en que ustedes desearan ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: “Está aquí” o “Está allí”, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación”.
Palabra del Señor.
Reflexión
En el evangelio de hoy se nos presenta un texto de corte apocalíptico surgido de la pregunta que los fariseos hacen a Jesús. Esta misma pregunta demuestra que no entienden nada del Reino de Dios que actúa en la persona de Jesús. ¿No es Jesús mismo el testimonio más claro de la presencia del Reino de Dios?
Los fariseos tenían mucha curiosidad por conocer los detalles sobre el tiempo y el lugar de la venida del Reino, por eso preguntan “¿Cuándo llegará el Reino de Dios?” Algo de esa curiosidad se debió pegar a los mismos discípulos de Jesús que «creían que el Reino de Dios debía manifestarse de un momento a otro» (Lc 19,11).
Frente a la pregunta el Señor recuerda lo que ya ha dicho antes con varias parábolas, el Reino no es algo visible a simple vista, no está allí ni está aquí; el Reino, dice Jesús “está en medio de ustedes”; con esto recuerda que el Reino tiene orígenes humildes como el granito de mostaza o como el poco de levadura. El Reino actúa en la persona y la predicación de Jesús.
Rezamos muchas veces la oración que Jesús nos enseñó: “Venga a nosotros tu Reino”. Pero este Reino es imprevisible, está oculto, pero ya está actuando: en la Iglesia, en su Palabra, en los sacramentos, en la vitalidad de tantos y tantos cristianos que han creído en el Evangelio y lo van cumpliendo. Ya está presente en los humildes y sencillos: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Seguimos teniendo una tendencia a lo solemne, a lo llamativo, a nuevas apariciones y revelaciones y signos cósmicos.
De la misma manera Jesús habla de su “segunda venida” o mejor dicho “Parusía” cuando se refiere al Día del Hijo del hombre. Según Cristo, la plena manifestación del Reino en el día mesiánico llegará en un futuro imprevisible, llegará sin previo aviso. No debemos hacer caso a los falsos videntes que alarman diciendo: “Ya viene el fin del mundo, miren estas catástrofes, observen estas señales”, y presagios por el estilo. Las profecías “apocalípticas” son sólo para los que no viven en gracia, ellos sí tienen por qué preocuparse.
El retorno escatológico de Cristo, se llevará a cabo de improviso. Cuando llegue ese día, simplemente llegará, será como un relámpago que no se puede predecir. Ahora bien, antes es preciso que se cumpla el tiempo de la pasión y del rechazo por parte de los hombres. Hemos de recorrer todos los días de la vida, con su carga de sufrimientos y contradicciones. Sin embargo al final, Jesús se manifestará luminosamente.
El último día se configura ahora ya en el interior de cada uno. Si queremos entrar en el Reino el día final, hemos de hacer entrar ahora el Reino dentro de nosotros. Si queremos que Jesús en aquel momento definitivo sea nuestro juez misericordioso, hagamos que Él ahora sea nuestro amigo y huésped interior.
¿Cómo es nuestra percepción del Reino de Dios: como una realidad lejana, distante, que nada tiene que ver con el mundo, con nuestra vida presente? ¿Buscamos con anhelo e insistencia el don de la sabiduría para hacer digno y sobrenatural nuestro humilde trabajo? ¿Descubrimos en medio de nosotros la presencia oculta del Reino de Dios? ¿Con qué actitudes manifiesto a los demás este Reino?
Gracias, Señor, porque tu Reino es para tus hijos paz, justicia y gozo en el Espíritu Santo. Danos tu sabiduría, la ciencia y la visión de la fe, para captar los signos de la presencia de tu Reino; y ayúdanos, Señor, a cumplir tu voluntad fielmente para que tu reinado sea fecundo en nosotros. Amén.
Bendiciones.