Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy miércoles 14 de diciembre de 2022

Día litúrgico: Miércoles 3 de Adviento

14 de Diciembre: San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia

Texto del Evangelio (Lc 7,19-23):

Juan el Bautista, llamando a dos de sus discípulos, los envió a decir al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”

Cuando se presentaron ante Jesús, le dijeron: “Juan el Bautista nos envía a preguntarte: “¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”“

En esa ocasión, Jesús sanó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados:

“Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!”

Palabra del Señor.

Reflexión

En el evangelio de hoy, vemos que Juan Bautista, estando en la cárcel y luego de enterarse de las obras de Jesús, pero seguramente también de los comentarios que lo desacreditaban; no duda en mandar a dos de sus discípulos como emisarios, para preguntarle si con él concluye la espera o todavía deben esperar al Mesías prometido, el que había de venir.

La pregunta tiene sentido ya que Juan, preparando el camino para el Mesías, nota una aparente contradicción entre sus expectativas mesiánicas centradas en un Mesías juez implacable, que ajustaría cuentas con su pueblo, separando a los buenos y castigando con dureza a los malos; pero Jesús muestra que el Mesías viene no a juzgar ni a castigar sino a mostrar sobre todo, la misericordia de Dios.

Dice el evangelista Lucas, que Jesús antes de responder, y en presencia de los emisarios de Juan, curó a muchos enfermos y dio vista a muchos ciegos. La respuesta de Jesús sigue la misma lógica de la enseñanza de Isaías, quien ha sido enfático en hacer saber cómo las obras acreditan la presencia de Dios, que camina con su pueblo como salvador.

Al unir Jesús los signos de las curaciones al anuncio del evangelio a los pobres, los está equiparando como señales del Reino. Lo mismo había hecho en la sinagoga de Nazaret. Por eso la evangelización y la liberación del hombre forman una unidad indisoluble. Es un aviso para nosotros, sus discípulos, que intentamos seguir sus pasos. En su respuesta Jesús no se remite a signos estrictamente religiosos, como eran para los judíos el culto del templo y de la sinagoga, la ley mosaica y la observancia del sábado, las purificaciones y los ayunos. El acentúa más bien los signos “profanos” de liberación mesiánica, encarnada en el hombre. Ese fue el “escándalo” de Jesús, en quien se encontraron la misericordia y el amor de Dios al hombre.

Donde hay compromiso efectivo de los cristianos con la pobreza, la marginación y los derechos humanos, allí está en marcha y actuando el Reino de Dios y su justicia, es decir, su gracia, que salva al hombre integralmente: del pecado y de la degradación humana. La conversión que nos urge el adviento es personal y social, es conversión a Dios, a los hermanos y a la construcción de un mundo mejor para Cristo, que viene como único Señor de la creación y de la historia humana.

Nuestra respuesta debería ser tan concreta como la de Jesús, y en la misma dirección. Solo puede ser evangelizadora una comunidad cristiana que cura, que atiende, que infunde paz y esperanza, que libera, que se muestra llena de misericordia. La credibilidad de la Iglesia, y de cada uno de nosotros, se consigue solo si hacemos el bien a nuestro alrededor. Como en el caso de Jesús, de quien se pudo decir que “pasó haciendo el bien”.

Como el Bautista ayuda a reconocer a Jesús, ¿actuamos también nosotros de precursores a nuestro alrededor?

Señor, abre nuestros ojos ciegos, para que seamos testigos de tus maravillas en nuestros días y así podamos ir a contar a todos “lo que hemos visto y oído”. Amén.

Bendiciones.

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