Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy viernes 10 de octubre de 2022

Día litúrgico: Viernes 27 del tiempo ordinario

7 de octubre: La Virgen del Rosario

Texto del Evangelio (Lc 11,15-26):

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio».

Palabra del Señor.

Reflexión

En el evangelio de hoy, vemos que Jesús es ridículamente acusado y calumniado, porque según algunos, expulsa los demonios con el poder de «Belzebul, Príncipe de los demonios». Es difícil imaginar que después de realizar un bien tan grande en favor de las almas, Jesús sea acusado de hacerlo, precisamente, por el poder del propio diablo. Es realmente una grave acusación, que manifiesta mucha ceguera y envidia por parte de los acusadores del Señor.

Este pasaje nos deja en claro la existencia de los ángeles malos o demonios, pues hoy es común encontrar personas que niegan su existencia y atribuyen la acción demoníaca a factores psicológicos o paranormales. Esta es una de las tácticas favoritas del demonio, pasar inadvertido, de incógnito, para tomar a sus víctimas por sorpresa. Es real.

Si bien es cierto que difícilmente puede tomar posesión de una persona, se ensaña destruyendo o dañando la vida de quien le da cabida, sea con base en la tentación que es el medio ordinario de su acción, sea mediante la perturbación, que requiere una permisión de parte nuestra. Los juegos de espiritismo, la lectura de las cartas, la consulta de adivinos, abren la puerta para que Satanás pueda tener acceso a nuestra vida, no solo mediante la tentación. Quien ha tenido trato con estas cosas debe confesarse y pedir al sacerdote que ore por él mientras se hace una profesión de fe y se renuevan las promesas bautismales.

Todos estamos implicados en la lucha entre el bien y el mal. El mal –el Malo– sigue existiendo y nos obliga a no permanecer neutrales, sino a posicionarnos en su contra, junto a Cristo.

Al leer cómo Jesús libera a los posesos y cura a los enfermos, estamos convencidos de que “el Reino de Dios ya ha llegado a nosotros”, que su fuerza salvadora ya está actuando. A nosotros no se nos ocurrirán las excusas ridículas de los que no querían aceptar a Jesús. Pero sí podemos caer en una actitud de pereza o de miedo, o bien no ser conscientes de que en efecto existe el mal, dentro de nosotros y en el mundo, y en la Iglesia.

Jesús es “el más fuerte” que ha vencido al poder del mal, en su Pascua, y ahora nos invita a que nos unamos a Él en esa lucha: “El que no está conmigo, está contra mí”. No podemos ser solo espectadores en la gran batalla.

También haremos bien en escuchar su advertencia: no estamos seguros de haber vencido al mal y al pecado. Puede venir ese espíritu maligno “con otros siete espíritus peores” y “meterse a vivir” en nosotros. Lo que sería una ruina peor. La llamada a la vigilancia es evidente. Cada uno sabe qué demonios lo pueden tentar desde dentro y desde fuera. Haremos bien en decir humildemente, con el Padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación”.

Cuando comulgamos, se nos invita a participar de Cristo Jesús, que es “el que quita el pecado del mundo”. La Eucaristía es la mejor fuerza que Dios nos da en la lucha contra el mal.

Hoy la Iglesia celebra a Nuestra Señora del Rosario.

Esta fiesta fue instituida por el Papa san Pío V el 7 de Octubre,

aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto en el año 1571, atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del Santo Rosario.

La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

Hoy, no estamos invitados a conmemorar un acontecimiento lejano, sino a descubrir el lugar de María en el misterio de la salvación.

¿Qué tan atentos estamos a la voz de Dios que nos invita a la conversión y a la fidelidad? ¿De qué manera estamos combatiendo el mal en nosotros mismos y en la sociedad? ¿Estamos firmemente unidos a Cristo y trabajando por la extensión de su Reino y su Iglesia o solo estamos desparramando?

Padre bueno, la fe nos hace ver en Jesús a tu Hijo y enviado, imagen de tu gloria y nuestro único salvador; por eso Él es el más fuerte y el vencedor del mal y del pecado. Concédenos profundizar día a día su misterio sublime para tomar partido por Él decididamente y llegar un día a su conocimiento definitivo cara a cara. Amén.

Bendiciones.

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