Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy miércoles 5 de octubre de 2022

Día litúrgico: Miércoles 27 del tiempo ordinario

5 de octubre: Santa Faustina Kowalska, religiosa

5 de octubre: Témporas de acción de gracias y de petición

Texto del Evangelio (Lc 11,1-4):

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquéllos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación»

Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy el Señor nos dice cómo hemos de orar. Lucas pone el “Padrenuestro” en relación con la oración personal de Jesús mismo. Él nos hace partícipes de su propia oración, nos introduce en el diálogo interior del Amor trinitario, elevando así, nuestras necesidades humanas hasta el corazón de Dios. Las palabras del “Padrenuestro” son orientaciones fundamentales para nuestra existencia, porque pretenden conformarnos a imagen del Hijo.

El evangelio de Lucas en varias ocasiones dice que Jesús se retira a lugares solitarios para rezar, y a menudo de noche. Era una experiencia totalmente singular para los discípulos poder asistir a la escena de Jesús orando. Lo observaban atentamente mientras rezaba. Al finalizar uno de estos momentos de oración de Jesús, un discípulo se le acerca y en nombre de todos le pide: «Señor, enséñanos a orar».

Efectivamente, tenemos una extrema necesidad de aprender a orar, y a orar como lo hacía el mismo Jesús, con la misma confianza y la misma cercanía que tenía con el Padre que estaba en los cielos. Jesús se dirigía a Él, precisamente, como Hijo que era.

Lo extraordinario y totalmente inconcebible para la mente humana es que podamos dirigirnos a Dios con las palabras mismas que utilizaba Jesús, con la misma actitud que Jesús tenía hacia Él. Jesús quiere que nos unamos a su oración de Hijo. E inmediatamente aclara que se trata de un Padre que es común a todos nosotros, un Padre «nuestro», el Padre de una familia de hermanos, no un ser anónimo que está lejos y desencarnado de la vida.

Jesús quiere que los discípulos se reúnan en una sola familia, la familia de Dios, que tiene su propio Padre. En la oración la primera actitud que Jesús pide que tengan los discípulos es la de reconocerse hijos, es más, niños que confían totalmente en el Padre común.

Más que multiplicar palabras, la oración es un acto de confianza y de abandonarse a Dios. Solo las palabras que nacen en el corazón llegan hasta el cielo de Dios, hasta su corazón. Jesús pone en nuestra boca las palabras de alabanza al Padre para que su nombre sea alabado y venga pronto su reino entre los hombres. Precisamente para eso envió el Padre a su Hijo a la tierra.

El Reino presenta una urgencia que los discípulos deben comprender e invocar. Los hombres están sometidos por muchas tiranías más o menos visibles pero inexorables. Por eso es necesario que venga pronto el reino de Dios, el reino del amor, de la justicia y de la paz.

Y luego Jesús nos hace pedir el pan para cada día y el perdón mutuo: pan y perdón, dos dimensiones esenciales para nuestra vida sobre todo en este tiempo en el que parece que crece la pobreza y aumenta el espíritu de conflicto y de violencia. Esta oración que puebla desde hace siglos el corazón de los cristianos es un tesoro precioso que debe continuar marcando las horas y los días de los discípulos.

El evangelio de hoy es una buena ocasión para preguntarnos sobre nuestra propia oración, el sentido que esta tiene, la forma y constancia. Pero, sobre todo, del rostro del Dios al que rezamos.

¿Sentimos la comunión con el Padre del cielo? ¿Construimos la unidad con nuestra comunidad eclesial? ¿Trabajamos por la comunión en nuestra familia?

Danos Señor el pan de la vida temporal y eterna, de manera que nuestra espera se vea cumplida en ti. Y mantennos fuertes en las tentaciones contra la fe, para que no sucumbamos a la infidelidad y al mal. Amén.

Bendiciones.

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