Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy miércoles 27 de abril de 2022

Día litúrgico: Miércoles 2 de Pascua

27 de Abril: La Virgen de Montserrat, patrona principal de Cataluña

Texto del Evangelio (Jn 3,16-21):

Dijo Jesús:

Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él no es condenado, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.

En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.

Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.

En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

Palabra del Señor.

Reflexión

La frase que abre el evangelio de hoy es una admirable síntesis bíblica que condensa todo el cuarto evangelio, escrito para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida por Él. Dice así: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.

Cristo es el gran signo o sacramento de ese amor de Dios a la humanidad, como queda patente en la encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Puesto que el móvil de su encarnación y muerte redentora es el amor de Dios al hombre pecador, queda claro que “Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.

Dios mantiene su oferta de amor, vida y salvación aun a riesgo del menosprecio del hombre, cuya libertad respeta incluso en la opción por el pecado. Este no es sino la ruptura de su alianza de amor, la elección de las tinieblas y la actitud de donde mana el obrar perversamente, es decir, las malas obras.

Así lo sigue exponiendo el evangelio de hoy: “El que cree en el Hijo de Dios no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”. La fe o la incredulidad presente, contienen ya un adelanto del juicio definitivo de Dios: salvación o condenación, respectivamente. Es la escatología ya realizada y actual, si bien todavía no final, propia del cuarto evangelio.

Lo que decide en última instancia es la responsabilidad personal, es decir, la aceptación o el rechazo de Cristo por la fe o la increencia, la opción por la luz o las tinieblas, por la verdad o la mentira, por el amor o el egoísmo, por el bien o por el misterio de iniquidad que es el pecado.

¿Somos capaces a imitación de Dios, amar a nuestro prójimo, y no pasarnos la vida condenándole? ¿Nos dejamos iluminar y guiar por la luz del evangelio y los sentimientos de Cristo? ¿Estamos compartiendo la Luz que se nos ha regalado en Jesús?

Padre santo, gracias porque Tú no eres el dios lejano, sino el Padre amante, siempre desvelado por tu amor. El secreto de la vida, del hombre y del mundo está fundado en el latir de tu corazón que ama. Danos voluntad, valentía, humildad, sabiduría, templanza y alegría, para ser verdaderos testimonios de tu amor. Amén.

Bendiciones.

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