Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy viernes 10 de diciembre de 2021

Día litúrgico: Viernes 2 de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 11,16-19):  Jesús dijo a la multitud:

¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: “¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!”

Porque llegó Juan el Bautista, que no come ni bebe, y ustedes dicen: “¡Está endemoniado!” Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras.

Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy del corazón infinitamente paciente de Jesús se escapa un lamento: ¿cómo puede suceder que la criatura “hecha para Dios”, íntimamente orientada a él, pueda ignorarle? A Jesús le duele nuestro corazón, demasiadas veces inconformista y desagradecido. Nunca estamos contentos; siempre nos quejamos, ¡mucha protesta y poca alegría! Incluso nos atrevemos a acusarle y a echarle la culpa de lo que nos pasa. Su generación y está también, padece el mal de la indiferencia, ese estado de reposo emocional que, en definitiva, no se sorprende, ni se apasiona por nada.

Uno podría preguntarse ¿Pero, ¿qué quieren? Y la respuesta de ayer y de hoy, muchas veces es: ¡queremos salvarnos como nos gusta! Y esta respuesta, lamentablemente es siempre el cierre a la propuesta y acción de Dios. Hoy se nos recuerda que el Señor no ha escatimado recursos, ni estilos para hacerse oír. Debemos ser honestos con nosotros mismos y reconocer que Dios ha hecho todo y más, con el fin de que nosotros regresemos a él.

La parábola de los niños que juegan en la plaza deja en evidencia que los judíos, al no comprender al Bautista, tampoco pueden entender a Cristo. Con Juan deberían haberse dolido de sus pecados; es lo que pedía su “canto”, su predicación. Con Jesús deberían vivir el gozo de la conversión, ya que inaugura el reino de gracia y bendición de Dios. Pero aquella generación no supo hacer en cada momento lo que debía.

Dos estilos tan diferentes, Juan y Jesús, de severa penitencia el primero y de próxima humanidad el segundo, dieron el mismo resultado negativo por culpa de quienes no querían ser interpelados a la conversión del corazón. Pero a pesar de esa mala voluntad, “los hechos dan la razón a la sabiduría de Dios”, que se acreditó por sus obras, visibles tanto en la conducta de Juan como en la persona de Jesús, a quien avalan su doctrina, sus propios discípulos y sus milagros, signos del Reino y del poder divino que en él residía.

Necesitamos sacudirnos la confortable seguridad de la ambigüedad hipócrita para que, bajo el soplo del Espíritu, experimentemos en el Adviento la aventura de Dios, su llamada a la conversión, la urgencia cristiana de lo nuevo y del amor que se inauguran constantemente con la venida del Señor.

¿Estamos atentos a la escucha y cumplimiento de los mandatos del Señor? ¿Sabemos descubrir la presencia escondida de Dios en los acontecimientos cotidianos?

Señor Jesús, enséñanos hoy a vivir y juzgar según tu sabiduría para evitar el capricho infantil de los descontentos. Para vencer nuestra rutina, haznos experimentar la urgencia de una decidida conversión a tu Reino. Así no frustraremos tu designio sobre nosotros. Amén.

Bendiciones.

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