Cartas Pastorales

Ayquina y la Natividad de la Santísima Virgen

Por Juan Antonio Montes Varas

Director Acción Familia

Nuevamente el Norte está de fiesta. Esta vez le tocó feriado regional y religioso a la II Región del País, con motivo de la Natividad de la Santísima Virgen que, en el calendario litúrgico, se celebra el 8 de septiembre pero que en la localidad de Ayquina, a 80 kms. de Calama hacia la Cordillera, se comienza a festejar desde el inicio del mes.

Para quien conozca la localidad de Ayquina a más de 3000 mts. sobre el nivel del mar, donde los habitantes permanentes no pasan de 150 personas, les cuesta imaginar que allí, en medio de una quebrada donde corre un angosto arroyo, rodeado por el desierto más árido del mundo,  se puedan dar cita miles de familias en lo que es la fiesta mariana más grande del Norte, después de la Tirana del Carmen.

Se calcula que la población que se da cita en el poblado altiplánico de Ayquina, es de al menos 30 mil personas.

Y mucha razón tienen los peregrinos nortinos, que se dan cita para celebrar el natalicio de la Madre de Dios y para entonar sus piadosas canciones a ritmo andino.

La tradición, mezclada con la leyenda, cuenta que desde 1646 el pastorcito Casimiro Saire se perdía tardes enteras jugando con el niño de una señora. Preguntado por el lugar en donde jugaba él respondió “Aquí no más”. Y en ese lugar encontraron sólo a una imagen de la Virgen con su Hijo que poco después llevaron al pueblo de Tirúa. Pero la imagen siempre regresaba al mismo lugar. Decidieron entonces construir un templo para la imagen y así nació Ayquina. De ahí que la Fiesta atraiga a devotos de toda la Región pues a Ella se han confiado generaciones enteras de nortinos.

Muy apropiadamente escogieron el día 8 de septiembre en que, como dijimos, la Iglesia celebra la fiesta de la Natividad de la Madre de Dios, la Santísima Virgen María.

Para poder medir la importancia de este aniversario nos serviremos de los comentarios pronunciados por el Profesor Plinio Correa de Oliveira en el año 1963 sobre el natalicio de María Santísima.

“Es costumbre festejar el cumpleaños de las personas, comenta el conocido líder católico brasileño. La razón es que el aniversario de una persona representa el momento en que ella entró en el escenario de esta vida y el momento en que el ambiente en que esa persona estaba destinada a vivir se enriqueció con su presencia.

“En principio, todo nacimiento es un favor, es un don de Dios, es un enriquecimiento para la sociedad humana, porque todos y cada uno de los seres humanos tienen un gran valor.

“Aunque la naturaleza humana sea inferior a la naturaleza de los ángeles, aunque el hombre traiga la marca del pecado original de nuestros Primeros Padres, aunque el hombre, además del pecado original, cargue consigo la propensión a un vicio moral heredada en el temperamento y modo de ser de su familia, cada hombre es una criatura de gran valor. Cada criatura representa en esta tierra un enriquecimiento altamente significativo para esa obra maestra de Dios que es el conjunto de la humanidad.

“De tal manera que cuando se celebra el cumpleaños de una persona, se festeja su entrada en el escenario del mundo con todo el aporte que trajo y que consiste sobre todo en su visión propia e inconfundible de Dios, en el conjunto específico de virtudes que deberá practicar e de talentos y riquezas de alma que deberá desarrollar.

“Siendo así las cosas, la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María nos lleva a preguntarnos cuál fue el enriquecimiento que Ella trajo para la humanidad y a qué título especial la humanidad debe festejar su cumpleaños.

“Si nos colocamos en esa perspectiva, casi no se sabe qué decir. Porque en el orden de la naturaleza Nuestra Señora por su privilegio de la Inmaculada Concepción fue preservada del pecado original lo que la torna exenta de cualquier mancha y la hace lucir como un lirio incomparable de hermosura en medio del género humano. Su nacimiento fue algo que necesariamente trajo alegría a la tierra y a los propios coros angélicos. En medio del exilio de la humanidad pecadora, apareció una criatura Inmaculada, sin pecado original.

“Además, la Virgen María traía consigo todas las riquezas naturales que podían caber en una mujer. Dios le dio, en el plano natural, una personalidad riquísima, preciosísima, valiosísima e, a ese título, su presencia entre los hombres representaba un tesoro verdaderamente incalculable.

“Pero si a todo eso juntamos además los tesoros de gracias sobrenaturales que recibió desde el primer instante de su ser y que son las mayores gracias que Dios haya concedido a una mera criatura, gracias verdaderamente inconmensurables, ahí comprendemos un poco todo lo que representa la entrada de María Santísima en el escenario del mundo.

“El nacimiento del sol en la aurora es un cuadro pálido en comparación con la llegada de Nuestra Señora a esta tierra. Todos los fenómenos grandiosos de la naturaleza, que representan algo precioso, inestimable, la entrada más solemne que se pueda imaginar de un rey o de una reina en sus dominios, no son nada en comparación con la Natividad de la Virgen.

“La alegría de todos los ángeles en el Cielo, talvez la alegría de muchos justos del Antiguo Testamento que hayan tenido conocimiento de ese hecho, talvez unos vagos sentimientos de alegría esparcidos en los más variados rincones donde había almas buenas, todo aquello saludó el momento bendito en el cual Nuestra Señora entró en el mundo.

“Hay una frase de Job que, ligeramente adaptada, expresa eso de modo adecuado: “Bendito el día que me vio nacer, benditas las estrellas que me vieron pequeñito, bendito el momento en que mi madre dijo: nació un varón”

“Con cuánta mayor razón se podría decir: “Bendito el día que vio nacer a la Virgen María, benditas las estrellas que brillaron sobre Nuestra Señora cuando era pequeñita, bendito el momento en que San Joaquín y Santa Ana verificaron que había nacido la criatura virginal destinada a ser la Madre del Salvador””

“La Natividad de Nuestra Señora nos sugiere otro pensamiento. El mundo de entonces estaba postrado en el paganismo. La situación del mundo en aquel tiempo era parecida con la del mundo de hoy. Todos los vicios imperaban, todas las formas de idolatría habían dominado la tierra, la abominación había penetrado hasta en la religión del pueblo escogido, que era el preanuncio de la religión católica, el mal y el demonio habían vencido enteramente.

“Pero en el momento decretado, Dios en su misericordia quiebra todas esas barreras, comienza el derrumbe del orden que el demonio había impuesto y, cuando menos se podía imaginar, hace nacer a la Virgen. Y con el nacimiento de María, que era el tronco bendito de donde nacería Nuestro Señor Jesucristo, comenzaba su obra de aplastamiento del demonio.

“Cuántas veces sucede algo semejante en la vida espiritual del católico! Cuántas veces una u otra persona que está en lucha, contorciéndose en medio de problemas y dificultades, sin ninguna idea de cuándo llegará el día bendito en que una gracia especial, un gran favor sobrenatural irán acabar con sus tormentos, con sus luchas y, por fin, le proporcionarán un gran progreso en su vida espiritual.

 “Eso que sucede con una persona individual, se puede decir del mundo entero. En nuestra sociedad, ¡Nuestra Señora parece tan ausente! El mundo actual es tan parecido con el mundo pagano de antes de Cristo que no tomamos en cuenta que, de repente, la Virgen María puede comenzar a actuar en la Historia, puede hacer que su acción sea más constante, más intensa de lo que ha sido hasta ahora, para la restauración del Reino de su Corazón Inmaculado, como lo prometió a los pastorcitos de Fátima.

 “Esa expectativa debe darnos mucha alegría y mucha esperanza, con la certeza de que la Santísima Virgen nunca abandona a sus hijos y que hasta en las ocasiones más difíciles Ella los visita y su presencia resuelve sus problemas, cura sus dolores, les da la combatividad  y el coraje necesarios para cumplir con su deber hasta el fin, por más arduo que éste sea.

“Con esa confianza debemos pedirle las gracias que necesitamos y, en especial, la gracia de que Ella establezca una alianza especial con cada uno de nosotros, de modo que nos tome bajo su amparo y nos conceda aquello que nuestras almas y nuestras familias más necesitan.

Hasta aquí el trecho del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira. Y podemos agregar nosotros en este convulsionado Chile del 2016, otro pedido.

Que la Santísima Virgen preserve a nuestra Patria de la legalización de la matanza de cualquier niño en el vientre de su madre. Que Chile continúe respetando la vida del que está por nacer, y que más aún, Ella obtenga de su Divino Hijo la gracia de que nuestra Patria se encamine siempre por las vías benditas de la civilización cristiana por medio de la solidez de la institución de la familia, para que así,  llegue a ser una nación auténticamente católica y fuerte.

Estimado, muchas y no olvide que nos puede seguir en www.accionfamilia.org.  Nos volvemos a encontrar la próxima semana.

 

 

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