Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy jueves 23 de marzo de 2023

Día litúrgico: Jueves 4 de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47):

Jesús dijo a los judíos:

Si Yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría.

Pero hay otro que da testimonio de mí, y Yo sé que ese testimonio es verdadero.

Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.

No es que Yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que Él envió.

Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y, sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.

Mi gloria no viene de los hombres. Además, Yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes.

He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que viene del único Dios?

No piensen que soy Yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza.

Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que Yo les digo?

Palabra del Señor.

Reflexión

En el evangelio de hoy vemos como Jesús hace frente a la oposición de los dirigentes del pueblo judío que no han hecho caso a Dios, no han guardado la alianza, ni observado la justicia y tampoco admiten su acción liberadora en bien de los hombres. Ellos, conocedores de la Escritura, no fueron capaces de reconocerlo; no lo reconocieron ni por sus palabras ni por sus obras. Por no buscar la gloria de Dios para realizar su designio liberador, buscan la gloria humana (poder, riqueza, prestigio), y son opresores del ser humano; no tienen fe.

Nosotros no tenemos “excusa” para no creer: ¡hay tantos testigos y señales de su divinidad! Pero nuestro corazón se ha vuelto duro y ya no entra nadie: ¡ni siquiera Dios! ¿Quién puede testificar que Jesús, es el Hijo de Dios, el Mesías, como él asegura y que, por lo tanto, ¿su mensaje es verdadero?

El testimonio en favor de Cristo, de su persona y de su misión es múltiple y contundente. En primer lugar, Juan el Bautista; después, la elocuencia misma de las obras que Cristo realiza, o sea, las obras del Padre, quien testifica así también en favor de su enviado, y, finalmente, el aval de toda la Escritura que ha precedido a la venida de Jesús.

A pesar de todos estos testimonios, en su tiempo y en nuestro tiempo, hay personas que no creen en Jesús y no siguen su mensaje de vida. A los que buscan su interés y su gloria les cuesta aceptar un Dios amigo de los pecadores y de los pobres, de los marginados e ignorantes. Esa fue la imagen del Padre que reflejó Cristo, demostrando con su solidaridad y atención al hombre que esta es la gloria de Dios. Sobre todo, les cuesta aceptar a un Dios crucificado, porque la cruz de Cristo derriba del pedestal el becerro de oro, es decir, los falsos dioses que el hombre se crea: poder y soberbia, riqueza y bienestar, sexo y consumismo.

¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios?. Es la crítica, muy dura, de Jesús. Es que la salvación no está nunca garantizada. Aunque seamos de los de “Moisés”, de los de la vieja guardia, de los de toda la vida en la parroquia. Creer o no creer. Ésa es la cuestión. Ahí nos jugamos todos mucho. No es como empieza nuestra historia, sino como acaba.

Solo con la fe se puede ver en Jesús de Nazaret el rostro de Dios, el vivo retrato del amor que da vida al hombre, como lo demostró Cristo perdonando a los pecadores y curando a los enfermos. Esas son las obras de Jesús, que son también las del Padre; pero fueron rechazadas por la incredulidad de los judíos.

Seguramente, en nuestra vida hemos sido agraciados con muchos dones por parte de Dios. Y, con mucha probabilidad, no siempre lo hemos agradecido lo suficiente. O incluso, le hemos dado la espalda, nos hemos negado a aceptar esos dones, o los hemos desaprovechado. El que esté libre de estos pecados, que tire la primera piedra. Jesús nos recuerda que ya tenemos todo lo necesario para salvarnos. Moisés, los profetas, y su mismo testimonio. Así que debemos revisarnos, ajustar lo ajustable, y seguir siempre buscando la voluntad del Padre.

En este evangelio hay una frase que Jesús pronunció seguramente con dolor: “Ustedes no quieren venir a mí para tener vida”.

Son los misterios de nuestra libertad humana.

En esta cuaresma, apoyados con fe en el amor de Dios, en la Palabra de Jesús, en las Escrituras, seamos testigos de Cristo con obras liberadoras a favor de la humanidad sometida, explotada, humillada; para hacer creíble el Evangelio.

¿Por qué unos creen y otros no?

¿Cómo está mi fidelidad a la alianza con Dios, sellada en el bautismo? ¿Cómo puedo llegar a dar testimonio eficaz de Jesús en el mundo?

Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Amén.

Bendiciones.

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