Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy lunes 7 de noviembre de 2022

Día litúrgico: Lunes 32 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 17,1-6):

Jesús dijo a sus discípulos:

“Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona!  Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!

Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo”.

Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”.

Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería”.

Palabra del Señor.

Reflexión

En el evangelio de hoy y en el contexto de su segunda etapa del viaje a Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos, esta vez para abordar tres temas muy importantes para la vida comunitaria: el escándalo, el perdón y la fe. tres conceptos que podríamos reconocer como vitales para aplicar en una comunidad cristiana que desea tener una sana convivencia.

Jesús advierte a los discípulos para que no sean motivo de escándalo, es decir, que no sean piedra que hace tropezar. En el lenguaje bíblico escandalizar es hacer pecar a otro. “Es inevitable que haya escándalo”: Jesús mismo sabe como muchas veces los malos entendidos, las distintas posiciones y opciones, pueden generar escándalos. Sin embargo, él no condena el escándalo, sino a aquél que lo ocasiona, por así decir, intencionalmente, ya que posee el deseo de generar pelea, enojos y divisiones en una comunidad. El Señor considera que el escándalo es tan grande que afirma que sería mejor, para quien lo procura, que lo echaran al mar con una piedra al cuello. Tal vez el primer escándalo que deben evitar los discípulos es el de contradecir con su vida el evangelio.

Si nuestros comportamientos están lejos de las exigencias del evangelio e incluso van contra el, no solo traicionamos al Señor, sino que además nos convertimos en cómplices del príncipe de este mundo porque fomentamos una vida triste y violenta. Por eso pide a los discípulos: «Tengan, pues, cuidado».

El apóstol Pablo, consciente de ese peligro, advertía también a los ancianos de Éfeso diciendo: «Tengan cuidado de ustedes y de toda la comunidad» (Hch 20, 28). Tener cuidado de uno mismo, del comportamiento que cada uno tiene, de la fidelidad al evangelio es una tarea primordial para cada discípulo y aún más para los que tienen responsabilidades pastorales.

Desgraciadamente hay muchos casos que incitan al escándalo, que pueden hacer tambalear nuestras convicciones. Debemos aferrarnos a la misericordia de Dios y no dejarnos llevar por los malos ejemplos.

En relación a esto, Jesús nos invita a abandonar los resentimientos, y cuando alguien nos ofenda, si nos dice que se arrepiente, no tengamos reparo en brindarle nuestro perdón, no nos dejemos llevar por el resentimiento, tengamos un corazón abierto a aceptar las disculpas de nuestro hermano, cuando nos las ofrece.

El perdón es el gran gesto de amor que vuelve a dar confianza y esperanza. ¿Cómo no perdonar a alguien cuando se encuentra realmente arrepentido? Estamos todos invitados a llevar la esperanza y la confianza, a llevar el perdón. Por desgracia la venganza tiene mucho más espacio en la vida de cada día. Es urgente que la misericordia y el perdón se apliquen con profusión ante la facilidad con la que se afirma el pecado. Perdonar «siete veces», como pide Jesús, significa que hay que perdonar siempre.

Sólo debemos recordar la frase de Jesús en la cruz “…perdónalos porque no saben lo que hacen”; por muy grave que sea la ofensa que nos han hecho ¿no es mayor el suplicio al que sometieron a Cristo en el Gólgota?

Como reacción a la catequesis de Jesús, los Apóstoles le piden que les aumente la fe, y entonces les pone el símil del grano de mostaza y la morera. Pensamos que tenemos fe porque recitamos el Credo como si fuéramos papagayos, pero ¿hemos meditado detalladamente cada una de las frases del Credo? ¿Estamos convencidos de que Jesús es el verdadero Hijo de Dios encarnado por nosotros para nuestra salvación?

El Señor nos pide que seamos consecuentes y que nuestra mentalidad esté totalmente dirigida y entregada a Dios, que nos olvidemos de las rutinas y que nuestra vida esté guiada por la adhesión a Jesús y su Buena Noticia, y que lo reflejemos hacia los demás.

Iniciando ya el Mes dedicado a nuestra Madre Santísima, sintámonos llamados a sembrar fe, perdón y compromiso con los hermanos.

¿Meditamos con frecuencia la Palabra de Dios para obtener sabiduría y fortaleza frente al peligro del pecado que acecha nuestra vida y puede ser ocasión de escándalo para los demás? ¿He sido alguna vez motivo de escándalo para mi prójimo? ¿He actuado como juez implacable o hago el esfuerzo por comprender y perdonar? ¿En qué momentos de la vida he sentido flaquear mi fe?

Señor Jesús, creemos en ti pero aumenta nuestra fe y danos fuerza, porque es exigente lo que pides: no escandalizar a otros, corregirles con amor sus errores y perdonarlos cuando, arrepentidos, pidan perdón. Amén.

Bendiciones.

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