Día litúrgico: Martes 8 del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 10,28-31):
Pedro le dijo a Jesús: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”.
Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy nos presenta una enseñanza bien significativa de lo que significa la fe y el seguimiento de Jesús. Luego del encuentro con el joven rico que se fue triste por no poder seguir a Jesús a causa de su apego a las riquezas, Pedro, en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido», como queriendo decir: ¿Qué sacaremos de todo eso? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio?
Los discípulos buscan puestos de honor, recompensas humanas, soluciones económicas y políticas. ¿Pregunta acaso una madre cuánto le van a pagar por su trabajo? ¿Pone un amigo precio a un favor? ¿Pasó factura Jesús por su entrega en la cruz?. Jesús y su Espíritu les irán ayudando a madurar en su fe, hasta que después de la Pascua se entreguen también ellos gratuita y generosamente al servicio de Cristo Jesús y de la comunidad, hasta su muerte.
La promesa del Señor para sus discípulos es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente…y en el mundo venidero, vida eterna». Él no se deja ganar en generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades, problemas. Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.
El Señor nos augura un futuro de plenitud si nos hacemos disponibles hoy a su voz que nos llama a la entrega por el Reino. Aquellos testigos que han sabido escuchar esta llamada y se han dado por entero a la causa de Jesús lo saben bien. Nunca se sintieron tan llenos como cuando se vaciaron, nunca se sintieron tan poderosos como cuando se hicieron débiles, nunca fueron tan sabios como cuando hicieron el viaje de la sencillez y la simplicidad.
Hoy, el Señor nos sigue buscando, nos sigue invitando a cambiar de rumbo, a que hagamos las cosas diferentes, a descubrir cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida. Es bueno plantearse si nosotros podemos decir como Pedro: “Lo hemos dejado todo y te hemos seguido” Cada uno examínese y vea si realmente lo ha dejado todo o todavía tiene el corazón apegado a algo que le impide seguir al Señor con plena libertad interior. Optar por Cristo siempre será la mejor opción de nuestra vida, porque Él es el que da sentido a ella.
Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más al Señor. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten por medio de la oración y de los sacramentos, discernir si entre los discípulos que el Señor busca estamos nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a su llamada. Al lado de respuestas radicales como la de los Apóstoles, hay otras. Para muchos, dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre…” significará dejar todo aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia, ser sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?
En la relación con Dios y en las relaciones interpersonales, ¿nuestro comportamiento está inspirado en la lógica del servicio y la gratuidad, o buscamos siempre la recompensa detrás de toda obra buena? ¿Conoces a alguien que ha dejado todo por causa del Reino? ¿De qué debemos desprendernos, si queremos avanzar en el seguimiento de Jesús?
Pidamos al Señor que nos dé fe, esperanza, valor y perseverancia para seguir su camino sin mirar atrás, desprendidos, con las manos vacías y el corazón libre de peso. Amén.
Bendiciones.