Cartas Pastorales

Contemplar el Evangelio de hoy miércoles 13 de octubre de 2021

Día litúrgico: Miércoles 28 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 11,42-46):

Jesús dijo a los fariseos:

“¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.

¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!

¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!”

Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: “Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros”.

Él le respondió: “¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás, cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!”

Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy el Señor se queja duramente contra los fariseos, a causa de la hipocresía con que viven la fe, y contra los doctores de la ley, porque son autoritarios y abruman a los creyentes con lo que ellos no viven ni practican.

Son cuatro lamentaciones, que bien podrían ir dirigidas también contra nosotros, pues a veces nos mostramos como los Maestros de la Ley, a los que Jesús denuncia, redoblamos las cargas y exigencias a los demás, pero no estamos dispuestos a mover un dedo por la dignidad de las personas.

Es una actitud que deja traducir la incoherencia con la que nos movemos en la vida. Requerimos de los demás una vida sana, santa, incólume, pero somos incapaces de abandonar nuestras comodidades, que muchas veces generan injusticias a nuestros hermanos.

La ley tiene como único fin ayudarnos a vivir de acuerdo con el amor. Cada uno de los mandamientos expresa el deseo de Dios de que el hombre crezca y madure en el amor. Pero, cuando la ley se convierte en fin por sí misma, deja de expresar el deseo del legislador y se convierte en un yugo difícil de llevar.

Peor aun cuando nosotros mismos nos convertimos en los legisladores para hacer una ley a nuestra medida y necesidades, pues esto, lejos de conducirnos a la meta que es Dios, nos aleja de él y nos confina a la oscuridad, a la ignorancia, a la angustia.

Si tú cumples la ley solo por miedo al castigo, eres todavía un esclavo de la ley; pero si tú la cumples porque en ella descubres un camino para crecer en el amor, tu vida se abre hacia la felicidad perfecta.

Debemos pedir en nuestra oración, para que busquemos por encima de todo el amor de Dios, que no seamos impedimento discriminatorio para que nuestros hermanos puedan encontrarse con la salvación. Que nuestras actitudes permitan a los demás encontrarse con la dignidad y el derecho que nos procura el mismo amor de Dios. Que seamos un sendero auténtico que encamine a nuestros jóvenes hacia el encuentro sincero con Dios.

¿Se puede decir que no andamos buscando los puestos de honor, ansiosos de la buena fama y del aplauso de todos, aunque sepamos interiormente que no lo merecemos?

¿Imponemos interpretaciones del Evangelio que son demasiado exigentes, cargas insoportables?

¿En qué medida somos “fariseos”?

Señor Jesús, tú que actúas según la voluntad de Dios y no por complacer los deseos humanos, dame la gracia de seguir en todo momento la ley del amor que nace por acción del Espíritu. Amén.

Bendiciones.

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